11 de febrero de 2015

Concilia¿qué?

     Esta semana estoy escuchando mucho hablar de conciliación, bueno, más bien de la falta de ésta. La mayoría de vosotras sabréis que el Club de las Malasmadres va a hablar sobre lo mismo el próximo viernes, y nos ha pedido que colaboremos con nuestros post, con el hastag #concilia13F, y además quieren hacer una encuesta (puedes saber más aquí)
     Además, la mamá más friki que conozco le ha escrito una preciosa carta a su hijo, con motivo de su reincorporación al trabajo. En ella queda claro que, pese a ser su segundo hijo, no por ello le cuesta menos separarse de él, justo en el momento en el que más está disfrutando de su compañía.
     Por otro lado, mi querida Peineta lleva varios días enfrentándose a unos días muy duros ya que ella lo tiene todavía más difícil, tiene que encontrar a quien se quede con la pequeña Neskatilla. Nunca he tenido que enfrentarme a esa situación, pero estoy segura de que tiene que ser muy difícil. Por supuesto, ella también escribió su particular post sobre la no conciliación, con el arte que sólo ella tiene.
     A mí todavía me queda para enfrentarme a ese momento, pero vean ustedes, sumando el permiso de maternidad (esas irrisorias 16 semanas, usease, 112 días), la lactancia acumulada (28 días) y las vacaciones del año pasado, de las que no disfruté porque las quise reservar para esta situación (18 días) podré disfrutar de escasos 158 días de mi hijo. Es cierto que me quedan las vacaciones de este año, y algún día sumaré a estos 158, pero también es cierto que tengo que reservar dos semanas para septiembre, porque Peque el próximo curso empieza el colegio, y esas dos primeras semanas tienen horario de adaptación, y también quiero estar con él en esos momentos.
     Y encima, tengo que considerarme afortunada, ya que la acumulación de las horas de lactancia y el poder disfrutar de las vacaciones del año pasado durante éste no se puede hacer en la mayoría de los trabajos.
    Otro motivo por el que tengo más suerte que otras madres es que puedo contar con mi madre. Está jubilada y estupenda, así que se hará cargo de mis hijos cuando tenga que incorporarme al trabajo, algo que, sinceramente, da mucha tranquilidad y además, no me obligará a sacar a mis hijos de casa a las 7:15, que es a la hora que yo salgo ¿a qué hora tendría que levantarles a los pobres?
     Pero, sinceramente, ni el hecho de contar con 40 días más que otras madres ni el de tener la tranquilidad de dejar a mis hijos con mi madre me hacen sentirme afortunada. No me sirve de consuelo. Porque no lo es. El estar en una situación mejor que la de otras madres no significa que la mía sea buena. Ni para mí ni para mi hijo.
     Él se merece más, mucho más.
     Se merece estar más tiempo con su madre.
     Se merece que le dé el pecho en exclusiva hasta los 6 meses. Con Peque no pude, pero la lactancia con Hermanito sí que la he conseguido, con mucho esfuerzo, y los magníficos políticos que nos gobiernan me obligrán a dejarla a los 5 meses (y eso porque pertenezco al club de las "afortunadas", otras la tienen que dejar a los 4)
     Se merece que esté con él la primera vez que diga papá, y mamá.
     Se merece que sea yo a la que se dirija cuando dé sus primeros pasos.
     Se merece seguir despertándose a mi lado cada mañana.
     Y eso por sólo nombrar algunas.
     Por mi parte, me merezco disfrutar de mis hijos, verles crecer, estar con ellos en sus primeras veces, ser yo la que les cuide si se ponen enfermos, ...
     Pero gracias a las maravillosas políticas familiares que tenemos aquí en este desarrollado país, a partir del quinto mes (y recordad, eso porque tengo suerte) faltaré cada día 8 horas de sus vidas (y dando gracias, porque podrían ser más, pero como tengo jornada continuada y sólo tardo 10 minutos en ir de casa al trabajo, pues serán sólo 8 horas).
     Yo ya no podré disfrutar de ningún permiso de maternidad en condiciones, que permita, al menos, estar el primer año de vida de tu hijo con él, pero haré lo posible para que mis hijos y sus parejas sí puedan disfrutarlo.
     Y eso es sólo es el principio, luego vienen los problemas de conciliación con las semanas de adaptación al colegio, con las vacaciones, cuando se pongan enfermos, ....
     De verdad, no sé cómo lo hacen los padres que no cuentan con la ayuda de su familia cerca y que además trabajan a jornada partida ¡¡os merecéis un premio!!
     A ver cuándo los políticos se enteran de que este país está formado por personas, y para eso es necesario que las mujeres tengamos hijos, algo que cada vez ellos nos ponen más difícil.

Peque & Hermanito

    



2 de febrero de 2015

Aventuras y desventuras de una bimadre primeriza

     Pues sí, soy bimadre, porque tengo dos hijos, pero también soy primeriza, porque, por más que tenga algo de experiencia como madre, como bimadre no tengo ninguna, y puedo aseguraros que en algunas cosas estoy tan perdida como la primera vez.
     Es cierto que tienes más habilidad para ciertas cosas: es increíble con qué facilidad le "chuto" ahora a Hermanito el suero, con apenas 15 días de vida (es lo que tiene nacer en invierno, que los mocos nos visitan demasiado pronto), cuando con Peque, que era ya bastante más mayor, me costaba la misma vida. Lo mismo ocurre con el cambio del pañal, el baño, etc.
     Pero hay otras cosas que me hacen sentir novata. Pensaba que, por justicia divina, teniendo en cuenta cómo nos fue con el primer hijo, ahora tenía que tocarnos nu "niño bueno", como dice la gente. Es decir, esos bebés que comen y duermen y poco más.
     Me las prometía felices. Me imaginaba levantándome para dar el pecho a Hermanito, echarle a dormir 20 minutos después, vestirme, levantar a Peque, preparar nuestros desayunos, desayunar, vestir a Peque, irnos los tres a la guarde, volver y hacer las cuatro cosas de casa que tocasen, con una parada en medio para otra toma e ir a recogerle a la guarde para comer en casa de mis padres.
     Las tardes serían igual de idílicas. Después de comer iríamos al parque, merienda, a casa, otra toma mientras el mayor juega en casa solito, al acabar la toma jugaría con él hasta la hora del baño, cena y a acostar.
     Última toma antes de la noche y a dormir, y entonces tendría ese ratito para mí: ducha, cremas, cena y un poco de descanso.
    ¡¡¡¡JA!!!! ¡Qué inocente era! Y eso que ya tengo un hijo, porque nada más lejos de la realidad.
    Si con Peque tuve un montón de problemas con la lactancia, que ya os conté aquí, con Hermanito no me he librado, aunque en sentido contrario. Tenía muy claro que intentaría la lactancia materna, porque es lo mejor, tanto para el bebé como para la madre, haría todo lo posible porque funcionase, pero tenía igual de claro que, de no conseguirlo, pasaríamos al biberón sin más complicaciones. Me cansé de repetirlo a todos los que me preguntaban, y se ve que Hermanito lo escuchó y se dijo "más me vale agarrarme bien, porque de lo contrario, me quedo sin teta", así que no hago otra función. Hace tomas larguísimas de una hora, por lo general, y por las tardes, a última hora, siempre hay una toma "desesperada" que dura entre dos y tres horas. Y las hace cada dos horas (contando desde que empieza, claro), así que os podéis hacer una idea.
     Total, que para poder manejarme por  las mañanas tienen que venir mis padres, porque es imposible despertar y preparar al mayor para que se vaya a la guardería con el pequeño enganchado al pecho. Son ellos quienes le llevan a la guarde y yo me quedo en casa, con las tomas. Entre una y otra intento hacer algo, pero no siempre puedo, porque ¡¡oh, sorpresa!!, Hermanito duerme estupendamente en brazos, pero si le echas en la minicuna o el capazo, ya es otro cantar. (Es por eso que la mochila emeibaby se ha convertido en mi nueva mejor amiga, jiji)
     Por la tarde, más de lo mismo. Es el abuelo el que saca a Peque un rato.Yo les acompaño cuando acabamos la toma. Cuando llegamos a casa es el padre quien baña a Peque, mientras yo estoy con el pecho. Aquí es cuando empieza la toma "desesperada", así que, con un poco de suerte, como mucho le doy la cena al mayor y luego desaparezco con Hermanito mientras Peque se duerme con su padre.
     Con un poco de suerte, en un momento de desenganche, me doy una ducha rápida. Raro es el día que no escucho al enano berrear en cuanto cierro el grifo, así que corriendo con la teta lista otra vez. En ese caso, el padre me pone cualquier cosa para cenar y, para cuando acaba la toma yo estoy para el arrastre, así que a la cama directa. Si ha habido suerte y aguanta tranquilo un ratito más, me doy con crema después de la ducha, para intentar evitar que las estrías que han aparecido después del parto se hagan más grandes, y preparo la cena.
     Por la noche la cosa no mejora mucho. Si bien Hermanito no suele hacer más de dos o tres toma,s y no muy largas, Peque se depierta varias veces, chillando y llorando, y esbastante normal que acabemos los tres en la cama, mientras el padre se va a la suya. Y así de divertidos pasan mis días.
     Según algunos la lactancia se regularía al mes (cosa qe no ha sido), según otros con la cuarentena (para la que quedan pocos días y, por como va la cosa, lo dudo, la verdad) y otros apuntan que a los tres meses (¡¡con lo que queda todavía!!).
     No sé cuándo empezaré a manejar la situación, cuando conseguiré descansar, al menos, 3 horas seguidas, ni cuando Hermanito aguantará más tiempo entre toma y toma, o cuando se mantendrá despierto y entretenido, ni mil cosas más. Pero estoy segura, porque lo sé por experiencia, que, antes de que me dé cuenta, esta etapa habrá pasado y, por más que ahora no me lo crea, cuando recuerde esta fase, lo haré con añoranza, así que he decidido tomármelo con filosofía y disfrutarla lo que pueda.

     Además, viendo esta carita, es normal que se me pase el cansancio y cualquier otro mal que tenga ¿o no?
     Hasta la próxima, que, sinceramente, no sé cuándo será.