Hace un
par de fin de semana fuimos a Madrid a
ver a nuestros amigos A & S, y a N, claro, que nació sólo 16 días antes que
Peque. Lo hemos pasado fenomenal, como siempre que vamos, porque son como
nuestros hermanos. Compartimos piso hace ya taitantos años cuando fuimos
estudiantes en Badajoz, sin ponernos de acuerdo nos casamos el mismo año, con
dos meses de diferencia, y por supuestos, sin planificarlo, N y Peque nacieron
casi a la vez. Cuando nos llamaron para darnos la noticia del embarazo yo
también estaba embarazada, pero todavía no lo sabía. Ha sido maravilloso vivir
el embarazo juntas, lo he sentido casi como un embarazo doble y para nosotros
somos tan tíos de N como cualquiera de los hermanos de A & S, por eso cada vez que podemos intentamos
vernos.
La mayoría de las veces somos
nosotros los que nos desplazamos hasta allí, por varias razones: ellos tienen
una vida social mucho más ocupada, tienen mucho más espacio en su casa, hay
muchas más cosas interesantes que hacer y que ver en Madrid.
Para ser exactos, en Madrid no
viven. Su casa está en una urbanización de un pueblo desde el que se tarda algo
más de 45 minutos en llegar al centro de la capital, y eso si la cosa se da
bien con el tráfico. Si a eso le sumas que hacer planes con peques de poco más
de un año y con sus padres, que son bastante remolones cuando se juntan, es
comprensible que la mayoría de los planes que yo tenía para el fin de semana se
fueran al traste. A pesar de todo, lo hemos pasado genial y ya estamos deseando
volver, para hacer las cosas que he dejado pendiente, y por seguir viendo cómo
interactúan N y Peque ¡¡es divertidísimo!!, sobretodo para Churri y para mí,
que no estamos acostumbrados a ver a Peque con otros bebés. Así que mis planes
han fallado, pero no las expectativas de pasarlo genial.
Lo que tampoco me falla nunca es
IKEA. Y eso que hace unos años no me molaba nada, pero cada vez me gusta más.
Claro, que con sus limitaciones. No creo que tengan mobiliario con un encanto
especial, ni que sean cosas para toda la vida, pero tienen auténticas
“monisiteces”, con un precio estupendo y que pueden ser muy útiles.
Además, desde que soy madre he
descubierto un lado nuevo de IKEA: es apto para todos los públicos. Me encanta
el mobiliario infantil, aunque no he comprado nada porque me parece que montar
una habitación para cada edad es un gasto innecesario y nosotros hemos
amueblado una habitación “perenne”, pero si la idea es ir cambiándola conforme
los hijos crezcan, tienen cosas estupendas.
Con lo que sí he caído es con los juguetes,
los utensilios para comida, las telas, mantitas, toallas, gasas, etc. Paso
corriendo todo el establecimiento para llegar a la zona infantil, que está al
final, y allí me olvido del tiempo (lástima que no me pueda olvidar también del
dinero, porque me traería la tienda entera).
Al final de la visita paramos en la cafetería
para tomar algo, porque íbamos a llegar tarde a casa, y me gustó comprobar que
tienen un montón de cosas para hacer la estancia con niños mucho más fácil,
incluso con los más pequeños. Tienen dos tipos de carro para llevar a los niños
junto con la compra, un lugar donde se pueden quedar jugando si son algo más
mayores, y en la cocina tienen calienta -.biberones, cuencos, vasos y cubiertos
de plástico para ellos, microondas por si tienes que calentarles la comida,
baberos desechables, un montón de tronas, etc.
Lo que si falló, y la verdad es que
no me lo esperaba, fue el cambiador del baño. Quizás pequé de madre novata y
usé el que no debía, así que amigas, si vuestros hijos tienen más de 2 ó 3
meses, o pesan más de 5 kilos, o lleváis tacones muy altos, o sois un poco
patosas, como yo, no uséis el baño que sólo tiene el indicativo del bebé.
La sala es muy cómoda y amplia, cabe
perfectamente el carro dentro. Tiene un baño y un lavabo con ducha extensible,
lo que me pareció muy buena idea, aunque no sé muy bien cómo se podría utilizar
sin ponerlo todo “pingando”. Pero el problema está en el cambiador. Se abre de
frente, y no de lado, pero ése no es el problema. La cosa es que es muy bajo y
para cambiar a Peque me tuve que poner de rodillas. Y menos mal que me puse
así, porque si no va al suelo directamente. Si ya me conocéis sabréis que Peque
pasa de los 12 kilazos, así que, nada más ponerle sobre el cambiador, éste
empezó a escurrirse, hasta convertirse en una especie de tobogán. En teoría el
cambiador cuenta con un rollo de celulosa para ponerlo debajo del bebé, pero
allí no había ni rastro.
También contaba con una alarma, que
se ponía en funcionamiento tirando de un cable que recorre toda la estancia. Si
no fuera porque me daba vergüenza parecer una madre novata que no sabe cómo
cambiar a su bebé, habría tirado de él, lo prometo.
Desconozco si en el baño de mujeres
y en el de hombres, donde también aparece el indicativo de bebés, el cambiador es
así o es de los más “normalitos”. La próxima vez que vaya para allí les echaré
un vistazo antes de llevar a Peque, porque si es como el que ya conozco me veo
cambiando el pañal en el coche, que es mucho más seguro.
Pero dejando la experiencia del
cambiador – escurre – niños, me vine encantada con los imprescindibles que me
traje.
Así y todo me quedé
con las ganas de algunas cosas más, pero es cierto que estamos en época de
recorte de gastos y que Peque ya tiene muchos juguetes, pero seguro que algo
caerá en otra visita.
Y vosotros ¿tenéis alguna anécdota con los cambiadores públicos de bebés? Seguro que sí, jeje.