Según wikipedia, esta palabra tan fea, “es la
acumulación patológica de líquido seroso en el interior de una cavidad en el
cuerpo humano” “cuando aparecen en recién nacidos se debe a una comunicación en
la bolsa escrotal con el interior del abdomen”.
Así que eso es lo que tiene
Peque, y por eso va a pasar por quirófano el próximo lunes. Como soy muy
miedosa y nada morbosa, no he mirado nada más en internet, ni en qué consiste
la operación, ni las consecuencias, vamos absolutamente nada. Ya es bastante el “miedito” que tengo en el cuerpo como para ver cosas “chungas” que no
tengo por qué.
En teoría es una cirugía
ambulatoria de mínima invasión. Gracias a vivir en una de las comunidades más
pobres de España y a los numerosos recortes en Sanidad y a algunas cosas más, a
pesar de vivir en la capital de Extremadura, tenemos que trasladarnos a
Badajoz. Allí tendremos que estar a las 7:30 de la mañana (por lo que tendremos que salir de aquí a las 6:30 de la madrugada), en el Hospital
Materno Infantil (que por cierto, gracias a esos mismos recortes da miedo verlo
porque parece sacado de la post-guerra; menos mal que el personal es muy
competente, pero la verdad es que las instalaciones echan para atrás). Si todo
va bien y Peque no vomita ni le sube la fiebre, por la tarde nos mandan para
casa.
Es algo bastante habitual en
bebés, de hecho conozco a varias madres que han pasado por lo mismo y todas
dicen que los niños salieron estupendamente y que la recuperación es muy buena,
tan solo hay que tener cuidado de que durante unos días no haga movimientos
bruscos ni se dé golpes en la zona.
Pero yo sigo algo intranquila.
No me preocupa tanto la operación en sí cómo lo mal que lo pueda pasar cuando
se vea sólo en el quirófano. He preguntado si podemos entrar algún familiar con
él hasta que se duerma, pero nos han dicho que sólo dejan pasar a uno al
pasillo antes del quirófano, pero allí no puede entrar nadie.
Peque lleva muy mal lo de las
separaciones y las situaciones que no controla, así que me aterra imaginarme
cómo lo va a pasar cuando entre tumbado en la camilla en esa sala llena de gente
que no conoce con la cara tapada por las mascarillas.
A lo mejor me
sorprende y no lo lleva tan mal como yo pienso, porque la verdad es que es un
valiente, como ya me demostró, con apenas 5 meses, cuando confundieron el
hidrocele con una hernia inguinal y estuvimos más de 7 horas en urgencias, sin
que pudiese comer nada por si tenían que operarle de urgencia. No se quejó ni
una sola vez, ni una lágrima soltó. Como tampoco lloró hace unos días, cuando
le hicieron su primera analítica de sangre para el preoperatorio, y eso que le
sacaron 5 ó 6 botes.
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Peque tras su primera analítica. |
Estoy deseando que llegue el
martes, que estemos los tres (bueno, los cuatro), en casa y que todo esto se
convierta en sólo un recuerdo. Hasta ese momento me quedan por delante muchas
horas de nervios y preocupación que espero no se me pasen demasiado lentas.